La cena de Nochebuena en familia fue
opípara. Tuve que resistir las miradas lascivas de mis cuñados. Y
eso que mi falda, tal vez más corta de lo habitual para este tipo de
celebraciones, dejaba ver sólo la liga bordada de las medias y algo
del liguero. Al recoger los platos sentí un bulto duro en mis
glúteos mientras la voz de mi cuñado Eloy me susurraba algo al
oído. Pero todo quedó ahí. Ellos se fueron y yo me fui a la cama.
Dormitorio de soltera. Los peluches de siempre. Apagué la luz y caí
en la cuenta de que no le había podido nada a Papá Noel. Cerré los
ojos y formulé un deseo. Con la ayuda del cava me quedé dormida muy
pronto. El sueño me llevó de la mano hasta una sensación que
empezó a bullir entre mis muslos. Las ingles, depiladas y un punto
húmedas, sentían la lengua de un experto. Mi clítoris ardía. Mis
labios se abrieron hasta derramarse en la boca del desconocido. Abrí
los ojos. Blanco y rojo. Me guiñó un ojo mientras la silueta de un
reno se dibujaba en el contraluz de la ventana. Entonces me acordé
del anuncio de Coca Cola que había visto esa misma tarde en el
metro. “Haz feliz a alguien”.
Letras turgentes para la noche. Lengua de punta para las ondas.Erotismo a flor de piel. Una invitación a los sentidos. La puerta está entreabierta...
martes, 22 de diciembre de 2015
domingo, 6 de diciembre de 2015
EXPOSICIÓN por Don Triquitraque
Mis pechos volvieron a la arcilla.
Tierra madre. Al verlos sentí las manos del escultor en el seno de
la tierra, en el barro modelado. El aire me faltó. Fue un instante.
Un pellizco. Como si esas manos me hubieran apretado los pezones.
Como si el juego se hubiera prolongado durante aquella tarde de mayo.
Cuando posé para él. Cuando sus ojos me desnudaban por dentro. La
exposición estaba a punto de cerrar. Aproveché un descuido del
vigilante. Me acerqué. Mis dedos sintieron el frío rugoso de la
materia. Ahí abajo, en el centro de mi tierra, el barro era lava.
Volcán. Pero no podía decírselo a nadie. Empezando por el artista.
Y terminando por el escritor de los textos...
martes, 17 de noviembre de 2015
ANGÉLICA
Muchas noches pensé si eras trono, dominación,
virtud, potestad, querubín o serafín. Llegabas en silencio, en el suspiro de un
vuelo etéreo, confundido con las sombras y revestido de tu iconografía
angelical. Puro tópico. Me susurrabas músicas celestiales y llenabas mis oídos
de aquello que yo quería oír. Quizás así me conquistaste para tus cielos… Caía
la noche y yo sabía que eras mi guardián, ángel de mis sueños, dulce compañía.
Llegabas, callabas y mirabas. Y en un aleteo rápido, huías hasta los cielos de
otras moradas… Hasta que te comprendí. Y te esperé. Y llegaste. Y te miré. Y me
acaricié. Y me desnudé. Sin tapujos ni complejos. Mis braguitas descendieron
lentamente de los cielos a la tierra. Desnuda frente a ti. Y me mostré. Y me
dejé. Y me abrí. Y me llené. Y me callé. Y controlé. Y sucumbí. Y grité. Y me
dejé. Y me corrí. Y ascendí. Y descendí… Un vuelo que me llevó a las más
vertiginosas de las alturas… Ahora estoy en la más placentera de las
estabilidades. Siento que lo he comprendido. Porque lo he vivido. Porque lo he
sentido. Porque la humedad que se derrama de mi sexo así me lo recuerda… Esta
noche no he notado que tuvieras alas.
martes, 23 de junio de 2015
viernes, 22 de mayo de 2015
ASAHI (EL SOL DE LA MAÑANA)
Llegó
en vacaciones a la tierra del Sol y alguien la recibió con el viejo tópico:
-
“Vienes de la Tierra del Sol naciente a la Tierra del Sol penitente”.
Algo comprendió de la compleja frase cuando,
en la vieja azotea, junto al patio de vecindad, decidió tomar aquel manjar de
dioses. Pasó del pantalón corto inicial a la camiseta de tirantas y de ésta, al
bañador largo, que se hizo corto en un posterior bikini; incompleto en una
posterior toma, e inexistente en el tercer día de exposición pública en el
viejo rincón encalado del viejo patio. Asahi, cara, pechos, caderas y sexo al
sol, pensaba que nadie la vería. La ventana indiscreta de su patio no pensó lo
mismo. Por eso, sus vecinos decidieron animar sus exposiciones en una mezcla de
melodías que parecía no entender…
Por
el viejo patio encalado se oyó al rayo de sol que me trajo su amor, al sol de
la de la mañana que al campo sale, al sol solito caliéntame un poquito, al sol
que rayaba, al cuando calienta el sol aquí en nosequé playa y hasta al cara al
sol con no se qué camisa nueva… Melodías incomprensibles para la mujer que vino
del sol naciente y que convirtieron al viejo patio en un recopilatorio de
músicas y de miradas que acompañaban cada ritual expositivo. Melodía que
acompañó a un cuerpo desnudo que pasó del blanco de oriente a la piel dorada y
hasta tostada del clima mediterráneo, entre surcos de sudor que juguetearon
durante dos largos meses por las curvas lascivas del cuerpo de aquella
misteriosa mujer que sólo cubría su pelo del sol. El resto de su piel y hasta
el interior de su lujuria, fue fecundado durante todo un verano por el más rey
de los astros…
Todo llega y todo pasa.
Ayer llegó la hora de su partida. Asuhi, el sol de la mañana en la lengua del
lejano oriente, volvió a su nacimiento. En la vieja azotea del viejo patio han
callado de tristezas las melodías de un largo y cálido verano. Silencio de
miradas y de corazones sin pulso. Son
demasiadas las púpilas huérfanas de deseo. El Sol se ha hecho penitente cuando
no ha encontrado las sensuales curvas que un día dieron sentido a su
existencia…
domingo, 10 de mayo de 2015
ALICIA
-¡Pelirroja mala suerte…!
Ha
sonreído delante del espejo recordando la cantinela que la acompañaba desde la más
tierna infancia. En la calle, en el cole, con las amigas… Una acumulación de
tópicos que no cesaron con la llegada de la adolescencia, aquellos días
intensos en los que no desaparecieron las pecas de sus mejillas, en los que
aumentó el volumen de sus pechos y en los que el rojo de sus trenzas se
expandió a aquellos pezones incipientes y a otros lugares más inconfesables.
-¡Pelirroja mala suerte...! Cuando sus
compañeros de clase le tomaron gusto a la cantinela, también lo hicieron, otro
tópico más, con la costumbre de pellizcarla para evitar la supuesta mala
suerte. Y pellizcaban, vaya si pellizcaban, ellos sabían donde y ella sabía
donde, aunque nadie quisiera explicar el porqué, ni falta que hacía…
-
¡Pelirroja, mala suerte…! Le susurró aquel pícaro profesor particular
después de enseñarle que en la mitología griega las mujeres pelirrojas eran
consideradas brujas, perversas, provocativas y amigas de lo oscuro; todo, un
momento antes de contarle otro secreto desconocido hasta entonces:
-
Si te cruzas con una pelirroja, tendrás
mala suerte durante tantos días como botones tenga tu camisa…
No
sabía el pícaro educador que aquel rojo del pelo se asociaba al riesgo de una
mujer que le arrancó todos y cada uno de sus botones, a la obstinación de unos
pezones encaprichados en una dureza perturbadora, al peligro de una joven cuyas
manos descendían como una melodía dotada de ritmo por su entrepierna, y a la
sorpresa de toda una dama que prolongaba el rojo de sus cabellos hasta el
vértice prohibido bajo una volátil
falda.
-
¡Pelirroja mala suerte...! Delante
del espejo ha recordado todas aquellas secuencias en un instante. Quizás haya
sido una eternidad. El cristal le ha recordado el peligro que se encierra en
cada rincón de su desnuda piel. Las trenzas son el presente de un pasado
cercano en el deseo. El tiempo se ha detenido en la eternidad de sus curvas de
mujer. Eso pregona el espejo. En la soledad de la habitación, sus manos siguen
acariciando la más sensual de las melodías…
lunes, 4 de mayo de 2015
MAÑANA ACABO CONTIGO por Humberto G.
Jadeante se echó a un lado. Me hizo sitio. Sudaba y emitía un calor
rosado. Respiraba por la boca. Había dejado de contonearse, quieta, boca arriba,
tuvo un escalofrío.
-¿Te has corrido?
-Todavía no.
-Bueno. Mañana entonces acabo contigo ¿Vale?
Me dio un beso de buenas noches, se dio la vuelta y se dispuso a dormir.
-No vale.
Al volverse, me había dejado la abertura entre sus piernas que dejaba entrever
su vello púbico.
-Bueno, pero hazlo tú todo, que estoy cansada -dijo sin moverse
La cogí de la
cintura, como un peso muerto. Sólo conseguí ponerla boca abajo. Al empujar
arrugó la nariz y abrió la boca en expresión como de queja. Entró fácilmente en
las primeras embestidas pero en una de ellas se salió y en la refriega, sin
darme cuenta, entró por aquel lugar que siempre dijo que no, por el hueco del
que siempre reía para frenarme y que decía inmaculado y virgen, no, yo nunca,
y, sin embargo, entró con la facilidad con que se habría introducido un dedo
jabonoso. No se quejó, ni protestó, ni se movió, ni lo expulsó, y yo terminé
sin obstáculo alguno convencido de que el recorrido vital de quien estaba
acostada a mi lado iba más allá de las verdades que me había contado y se
adentraban en lo imaginable detrás de
las negaciones, las sonrisas y las preferencias. En la misma postura,
con mi savia dentro, se quedó dormida como un animal pecaminoso, sudado, dejado
caer desde lo alto, boca abajo.
Solo se rascó la
nariz y se durmió dejándome a mí toda la intriga.
viernes, 10 de abril de 2015
EL RUISEÑOR por Lourdes N.J.
De los amantes que tuve
ninguno fue tan sincero
como aquel ruiseñor
que al alba de la mañana
cuando se iba,
dejaba un jazmín
en el alféizar de mi ventana.
viernes, 13 de febrero de 2015
POR LOS PIES
Frente al espejo me poseyó la eterna duda que ya tuvieron
otros en la historia. Dónde estaría la obra de Arte… ¿A un lado o al otro?
Quizás en la delgada línea que se separa nuestras fantasías de nuestras
realidades. Juego borrominesco de sensuales curvas y contracurvas en esta
cercana orilla, la carne hecha carne, la piel hecha piel, y prolongación
enmarcada al otro lado, el que refleja benditas realidades que a veces parecen
querer quedarse a este lado del espejo. Y yo en silencio. Y ella también. Y yo
tan bobo. Y ella tan lista. Y yo con prisas. Y ella tan eterna. Y yo desnudo. Y
ella vestida. Todavía. Sin prisas. De la cabeza a los pies…
-
¿Qué
piensas, tontorrón?
La interrogación debió azotar algún rincón de mi cerebro
tanto o más que la línea serpentinata de su cadera, látigo que, en aquel
momento, parecía fustigar cada poro de mi piel…
-
No
me creerás. Pensaba… (Si es que se podía pensar en aquel momento). Pensaba por
dónde debe empezar una mujer a desnudarse…
Creo que calló su respuesta, no habléis que mueren los
críticos pero no el Arte, que quizás no exista, o no existió nunca, pero sí las
artistas. Pero habló su cuerpo. Hablaron sus ojos extasiándose. Hablaron sus
labios inflándose de rojo. Habló su lengua barnizando sus labios. Hablaron sus
dedos borrando errores que ocultaban la belleza: adiós pañuelo, adiós botones
de la blusa, adiós cremallera, adiós falda, adiós corchete, adiós blancos
encajes que ocultaban el más oscuro y sutil encaje… Mirando al espejo he dudado
en qué espacio se sitúa la rotundidad de su desnudez. Quizás soy el que está al
otro lado de la obra. Quién sabe… Sólo sé que no he desaprovechado la ocasión
de dejar escapar a esta Proserpina, de responder haciendo mías las interrogaciones
de sus caderas, de penetrar en el oscuro secreto del encaje que enmarca su sexo,
de beber el manantial de sus fuentes; adiós telas, adiós preparativos, adiós
preámbulos, adiós miedo al cuadro en blanco, bienvenida sea la obra perfecta,
esa que dicen no existe, bien que mienten, confieso que lo he vivido, confieso
que la he gozado, confieso que la he sentido, confieso que la he penetrado…
Mirando al espejo vuelvo a pensar, si es que eso es posible…
Ahora soy yo el que mantengo mi desnudez y ella la que
parece querer responderme. No sé si nos retrata su mirada desde el otro lado
del marco o es el reflejo imaginativo de mis deseos. Se han dibujado posturas y
perspectivas, jadeos y silencios. Pero no me ha respondido. No hasta este
momento. Su piel desnuda vuelve a dibujar un interrogante en curvas que se
agachan sobre sí. Se ajusta los zapatos de tacón que en ningún momento se había
quitado. Lo demás, evangelio de la pasión, vendrá por añadidura. En el aire ha
dibujado la más clara de las respuestas: las mujeres se visten por los pies…
viernes, 30 de enero de 2015
GRACIAS
- ¿A qué no habéis entrado en la página de ArtPorn?
La pregunta de Gracita cogió desprevenida a las
tontorronas de sus amigas en una tarde sin gracia de un sábado sin gracia…
- Desgraciadas…
No sabéis lo que os perdéis. Un sitio donde se demuestra que se puede hacer
Arte con mayúsculas, congraciarse con agraciados cuerpos que copulan de forma
artística delante de la cámara. Algo artístico. Arte por el Arte.
-
Un
Arte sublime sin interrupción…
-
Ya
lo creo, perfección de cuerpos frente a frente…
-
A
un lado y otro de la cámara…
-
O
del lienzo…
-
Arte
vivo y carnal…
-
¿Estamos
pensando en lo mismo?
-
Nada
de cámaras ni de postureo de red social…
-
Ni
ordinarieces…
-
Cuerpos
frente a frente…
-
Algo
artístico…
-
Prohibidos
los cuartos de baño…
-
Y
los espejitos…
-
Y
las poses…
-
En
un sitio elegante…
-
Con
Arte…
Cuatro de la tarde. Sala IV de un desértico Museo de
Bellas Artes. Sestean cuadros y vigilantes. Tres Gracias desnudas en un lienzo
desde hace siglos. Artes bellas. Cuatro desgraciadas frente a ellas. Sonríen
nerviosas. Se hacen gracia. Caen al suelo blusas, pantalones, faldas, medias,
sujetadores, braguitas y hasta un mínimo tanguita. Al frío suelo. Frente al
lienzo, cuatro cuerpos desnudos se sienten una obra de Arte: pechos al óleo,
caderas sobre lienzo, posturas en un marco y sexos ardientes en la frialdad
académica que las contempla. No lo habían pensado, pero entre sonrisas
nerviosas han comenzado acariciarse. Pelos, hombros, pechos, pezones, caderas,
nalgas y hasta algún coño que no superaría las estrictas mediciones de humedad
que se realizan en la sala. Un motivo para que salten las alarmas. Una
gracia. Arte por el Arte. Pobres
desgraciadas. Las cámaras del museo acababan de estrenar su programa de
difusión continua: “Arte para todos y al alcance de todos”. El patrocinador
nunca imaginó el masivo seguimiento que tendría su proyecto.
viernes, 23 de enero de 2015
El Río de la Plata por Humberto G
Supongo que la idea me había
rondado desde hacía tiempo pero sólo se me hizo patente en ese instante: si mi
motivación sexual consiste en mirarla a ella, dado que ella cierra los ojos, ¿en
qué piensa en ese período atemporal? ¿Dónde encuentra su motivación si no es en
lo que puede ver?
-¿En qué piensas mientras
follamos?
Había estado ensimismada
mirándose las uñas y a los transeúntes. Levantó la cabeza y me miró espantada,
pero de forma teatral.
-En qué voy a pensar. En lo que
hacemos.
-Entonces, ¿por qué cierras los
ojos?
Se me ocurrió que me había
precipitado. No sabía si quería indagar más. Ella clavó los ojos en mí y supe que por su
cabeza pasaban ideas que no estaba segura de querer compartir conmigo. Tuve que
poner la misma cara de no saber si hablar o no, porque sonrió.
-¿En qué piensas tú? –me dijo,
seguro que para ganar tiempo.
-Me gusta ver la cara que pones.
De cualquier manera, la visión del desnudo femenino me basta. Desde siempre. ¿Y
tú?
-Yo pienso en vos.
-Entonces por qué cierras los
ojos. Si me puedes mirar en carne y hueso, por qué imaginarme…
-Mira, es verdad, no siempre
pienso en vos. Es absurdo jugar a este juego. No es nada malo. No creo serte
infiel por pensar en cositas. Algunas veces tengo fantasías digamos… fantasías
externas a nuestro propio acto… ¿Entendés?
-Ya veo. Y, dime, ¿qué clase de
fantasías?
-Ay, pues no sé chico en muchas
cosas… seguro que vos también tenés…
quitad esa cara que no conseguirés
que me sienta mal.
-Quito la cara si me cuentas una
de esas fantasías.
-Nunca.
-Si me cuentas una de esas
fantasías, prometo olvidar toda la conversación y no hacer nunca jamás alusión
a ella ni directa ni indirectamente.
Se quedó pensando. Le brillaban
los ojos.
-Bueno. ¿Sabés una situación que nunca falla, una que me hace sentir entre
mis piernas el Río de la Plata?
-Cuéntamelo.
-Pues que estoy en un parque y un
tipo viejo, feo y gordo me empieza a meter mano. Y yo me dejo… me mete la mano por
debajo de la pollera ansioso… y por
la blusa y me magrea toda… yo no hago nada, él lo hace todo con esas manazas
enormes… eso me pone a cien.
Me lo contó y jamás fui el mismo.
Me lo contó y no cumplí mi promesa. Me lo contó y no puedo dejar de pensar en
ello.
miércoles, 7 de enero de 2015
EL UMBRAL DE LA SOMBRA por Lourdes N.J.
Ven a mi pequeño mundo
que llevo sobre mi cuerpo
mi blusa, mi falda, mis medias
que llevo sobre mi cuerpo
mi blusa, mi falda, mis medias
y mis zapatos charol de tacones
esperándote como aquella
noche en el umbral
noche en el umbral
para que lo atravieses,
me desnudes y pueda
sobre mi silueta entrar
tu cuerpo hacia mi sombra.
domingo, 4 de enero de 2015
MARICRUZ
Cuando la conocí tuve mis dudas
sobre si era mocita, si venía del famoso barrio y hasta sobre su rubia melena,
aunque hubo lenguas, malintencionadas, que me advirtieron de un cuerpo
hechicero que hacía a los hombres pecar. No hice caso alguno. Todo sonaba a
palabrería de copla que se lleva el viento.
- Mira que tras esa apariencia angelical y ese casto nombre se esconde
todo un demonio…
Qué sabría nadie… Aunque pronto
abandoné la línea del desconocimiento para situarme en el lado oscuro de su cuerpo.
Y de su alma. Me explico. Como toda mujer que se precie, Maricruz tenía una
especial fantasía que la excitaba. Suena feo, pero me contaron que se llamaba coprolalia: excitación con las palabras.
En los pacientes comunes, con palabras malsonantes. Ella nunca fue común y el
suyo debía ser un caso raro, pues el morbo de las palabras se reducía
exclusivamente a cuatro letras, las cuatro últimas letras de su casto nombre.
Si escuchaba esa dichosa palabra, las consecuencias eran absolutamente
imprevisibles…
La primera misa a la que
asistimos me dio la clave. “Por la señal
de la Santa Cruz…”
Resorte activado. Fuera de sí. No
tuvo reparos en que sus manos bucearan entre su escote, acariciaran la
turgencia de sus pezones y acabaran buscando el calor insaciable de su
entrepierna. Allí mismo. Uno, dos y hasta tres dedos. Antes de la homilía podía
haber alcanzado dos o tres veces las eternidades prometidas, y cuando el
celebrante dio la bendición final, pudimos marchar en paz, ella más que nadie,
dándome la impresión de que daba las gracias por no humedecer más el ya no tan
frío banco del templo.
Allí comenzó mi calvario… o mi
Edén.
Desde entonces no hemos faltado a
celebración dominical alguna, a funciones, a cruces de mayo o hasta a rosarios
vespertinos donde se repitiera la austera y excitante letanía. Rincones, estancias y hasta calles y plazas
donde se repetía un éxtasis que casi nos hizo pensar en la creación de una
hermandad cuya advocación no me atrevo a nombrar…
- Un demonio, un demonio…
Hoy más que nunca he recordado
aquella palabras de advertencia. Pidió en la carta a los Reyes Magos una sesión
fotográfica especializada. Sus majestades cumplieron y aquí nos encontramos, en
un coqueto estudio, entre focos, decorados efímeros y blancas pantallas. El
fotógrafo ha pedido que sea natural, que se deje llevar y que disfrute de la
sesión. Cuando le ha propuesto acompañar la pose con música ha cometido el
mayor de los errores posibles. A pesar de su apariencia de moderno, ha optado
por acompañar el posado con una vieja melodía que hablaba de quereres y de
amores a cuestas, con un estribillo insistente y definitivo:
- Eres mi cruz, eres mi cruz, eres mi cruz…
La reacción no se ha hecho
esperar. El resorte se ha activado con más fuerza que nunca. El fotógrafo suda
como en una selva. Yo he elegido la sintonía del resto de mi vida…
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