martes, 29 de abril de 2014

SILENCIO por Humberto G.



En cualquier sitio le hacía yo cosas y ella se dejaba hacer. Sabía muy dulce toda ella y desde que descubrí su punto débil, o fuerte según se mire, lo buscaba con insistencia.
Acabada de correrse se ponía pálida como si hubiera visto un fantasma, le salían ojeras y se quedaba muy seria y cansada. Sin embargo, no podía evitar buscarla en cualquier rincón para provocarle aquella petit mort que la aniquilaba. “Lo van a notar” parecía decir con sus ojos bajos, “No lo va a notar nadie, quien puede saber que te quedas así después de correrte” pensaba yo, pero ella seguía pensando que si, porque se escondía. Acostumbrada a ella misma, pensaba que a las demás les pasaría lo mismo.
Era muy alta, más alta que yo; contrastaba toda esa presencia con su fragilidad o sensibilidad clitoriniana. Buscábamos cualquier rincón del patio o del jardín, relaciono desde entonces todo aquello, la lujuria me refiero, con la frialdad de la piedra, la sombra continua, el ciprés, el olor a mermelada y ajonjolí, la pared encalada y el limonero.
Era enormemente sensible allí donde yo le echaba la mano: a la entrepierna, cada vez que nos quedábamos solos. Metía la mano por debajo de la enagua y allá que encontraba el lugar exacto; era ya puro instinto. Cuando llegaba todo el mundo ella, nerviosa, hacía como que se recomponía, yo me quedaba entonces mirándola y cuando conseguía responder a mi mirada allí que me llevaba yo los dedos a la boca o a la nariz para que viera. Ella no podía evitar sonreírse.
Sabía dulce, como la fruta y era muy suave y carnosa, me besaba entregándome sus labios que después quedaban rojos, como castigados, todo en ella, la pobre, era una señal de haber amado, y se escondía después. No sé como expresar que se me entregaba por entero, se me agarraba al cuello me besaba con toda la boca y yo metía la mano por debajo de la falda y moldeaba aquel lugar con mi dedo corazón.
Todo calladitos, siempre en silencio y siempre escondidos porque nunca, nunca jamás la vi romper su voto de silencio.

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