viernes, 28 de marzo de 2014

MAÑANA DE MARZO por Asun





Tras mi ventana reinaba la primavera aunque yo andaba distraída con mis cosas. Hace mucho que se me pasó el arroz y con él, hombres que de verdad me importaron. Aún hay algunos que me pretenden pero no provocan un mínimo deseo en mí, a veces, sólo algo de risa, la verdad, por lo que ahora cultivo telarañas.
Todo estaba en calma, pues, hasta esta mañana que dejó de estarlo. Me ha dicho que 'pasaba por aquí...'  no le he creído, le gusta aparecer sin avisar, tampoco lo hacía cuando no podía venir si quedábamos, cuando vernos era entonces, una hermosa costumbre, no es mala educación, sólo una práctica más de tortura, supongo.
Mi cara se ha iluminado con sus ojos mientras repasaba mentalmente el estado de mi maquillaje, pelo... coquetería femenina pa ná, da igual, me ha besado antes de que pudiera casi saludarlo.
Primer pensamiento: es un fresco, soy una tonta; segundo pensamiento: frescos son sus labios, soy dichosa. Dejo de pensar y disfruto.
Me quita la ropa a medias. El vestido, desabrochado, huelga sobre mi cuerpo estorbando, un pecho asoma por el sujetador, casi haciéndome daño, las bragas se quedaron por encima de las rodillas... Sin embargo me siento cómoda y sobre todo, bella, sensual, viva. La primavera entra en mis venas de golpe, el olor de su cuerpo me invade como mil azahares. Me dejo llevar por sus manos: ahora me hacen gozar con sus dedos, luego me colocan arriba, de espaldas o de rodillas y culminan siempre acariciando mi cara. Es un amante certero pero reservado. Nunca sé que piensa si es que hay que pensar algo de todo esto. Nunca lo llamo, sólo lo espero. Volverá, me dice, pero no sé cuando, quizás una mañana como esta de marzo, quizás.

domingo, 23 de marzo de 2014

CARTEL por Hodenleiter




Le dije una y mil veces que no me convencían los carteles de las fiestas primaverales. Que les faltaba verdad. Que no conseguían plasmar la explosión que se produce en las calles, cuando estalla el azahar y la ciudad se convierte en una muchacha que arde por las esquinas.

-Te voy a enseñar un cartel, a ver si te gusta...

Me lo dijo y se fue de la habitación. Al cabo de un tiempo que se me hizo eterno, regresó. Desnuda bajo el mantón negro bordado en rojo. Me miró con esos ojos que parecen los del puente de Triana. Su boca iba de la sonrisa a la lascivia, de la lujuria a la ternura. Se colocó delante de mí.

-Aquí tienes tu cartel...

Y como un torero se abre de capa para recibir la primera embestida del toro, se abrió el mantón para que mis pupilas temblaran ante la onda expansiva de sus pechos. Dicen que un buen cartel debe ser un grito en la pared. Aquella noche, los gritos traspasaron las paredes hasta llegar a la luna llena de marzo.