lunes, 29 de abril de 2013

REJUVENECIMIENTO




Decidió prescindir de su anillo de casado al entrar en el misterioso hotel de los intercambios. Le prometieron un regreso a la juventud y estaba dispuesto a ello. En la silenciosa sala fijó sus intenciones de engaño cronometrado en una joven que recordaba vagamente a su esposa. Ese pensamiento le asaltó durante el breve cortejo en la sala y mientras la desnudaba en uno de los discretos reservados. Recuerdos de juventud que continuaron al ver el encaje negro de su ropa interior, la blanca tersura de sus pechos, el olor a perfume internacional mezclado con el aroma del deseo y hasta la levedad de su vello púbico. Una sensación de deja vu que se hizo nítida cuando la escuchó gritar de placer mientras la penetraba sobre las sugerentes sábanas de seda. Había decidido rejuvenecer y vaya si lo había conseguido… Regreso a la juventud.
A la mañana siguiente, el más impertinente de sus compañeros de trabajo vino a contarle el más desagradable chisme. Juraba y perjuraba haber visto a su mujer con otro. Le aseguró que se parecía a él, aunque sólo levemente, ya que parecía un muchacho mucho más joven…       

jueves, 25 de abril de 2013

LUCÍA (IRREVERENTE SANTORAL VII)




El placer la había rondado pero el conocimiento real no había llegado hasta aquel día. Hubo otros hombres y otros nombres, otros juegos y otras posturas, otros momentos y otros días. Nada comparable. Cuando llegó con aquel misterioso regalo notó que el deseo y la sorpresa se mezclaban en su interior. Una venda para vestir sus ojos mientras era desnudado su cuerpo. Ceguera física para abrirse a la contemplación del placer. No veía pero sentía. En cada poro de su piel. En cada rincón de su cuerpo. En cada nueva caricia. En cada nuevo beso. En cada nueva postura. En cada nueva acometida... El placer debía de ser aquello. Profundo, húmedo, lento, irrefrenable, arrebatador, sensual, eterno... Desde ese momento de instantes, minutos, horas o días, ella no supo ni quién era, pero sabía con creces lo que había vivido y lo que deseaba seguir viviendo. De aquí a la eternidad. La vida anterior no debía o no podía haber existido: no habría tenido razón de ser. Porque pocas cosas en la vida pueden llegar a tener sentido... Quizás el que le dan regalos como el que recibió su amante. Una bandeja de plata, dos ojos ensangrentados y una nota. Toda una explicación en pocas palabras: “en esta vida, lo esencial es invisible a los ojos”. 

lunes, 22 de abril de 2013

CLARA (IRREVERENTE SANTORAL VI)


Desde que apareció por la tienda de animales sentí algo especial, una especie de nueva primavera en mi monótona vida. Había un magnetismo especial en sus palabras pero sobre todo en unos gestos y una mirada en la que alguna vez pude intuir un deseo que no llegaba a hacerse realidad. Apenas susurraba a las mascotas de la tienda y no había animal que no se quedara inmóvil por sus palabras, estático, hipnotizado por todo un caballero que les hablaba de la hermandad, de la belleza, de la paz, del amor... Sí, del amor. Sus susurros casi místicos provocaban en mí unos deseos incontenibles de alcanzar esa plenitud que pregonaba, llevándome a un éxtasis placentero que se trasladaba a mis oraciones, a mis peticiones de ser alcanzada por ese instrumento de amor y paz que mi cliente pregonaba. Perros, canarios, conejos, loros y tortugas son testigos de lo que digo...
Confieso que al verlo entrar hoy por la puerta he decidido dejarme llevar por mis deseos. Quizás ha sido la petición que lanzó con su mirada. Entre tantos animales lo he imaginado como uno más. Conmigo delante. Olvidando mi condición humana. A cuatro patas sobre el suelo, vaya... Sus modales de asceta han desaparecido cuando me ha bajado las bragas de un simple tirón, sacando el animal que lleva dentro. La frialdad del suelo en mis rodillas no ha influido en el fuego de mi entrepierna desnuda. La agilidad con la que me ha desabrochado el sujetador me ha desarmado definitivamente. La dureza de mis pezones y su roce con mi blusa me ha hecho enloquecer como una bestia. Como un verdadero animal me ha penetrado, confieso que he gritado y me he retorcido de placer, confieso que le suplicado que siguiera, confieso que he creído morir con las embestidas de sus caderas sobre las mías... Apenas ha hablado o quizás es que apenas le he escuchado, pero algo he creído entender cuando me he desmayado de gusto sobre el suelo de la tienda. Se han fundido sus humedades con mis torrentes. Creo que me hablaba algo de la naturaleza salvaje y de la hermandad con el sol que se filtra por la ventana del local. Hermana tierra. Hermano Sol. Torrente de luz... ¡Ay Francisco, vos no sois Dios, más tal librea traéis, que Dios se parece a vos y vos, a Dios parecéis...
Ha prometido volver con la hermana luna. Sólo alcanzo a soñar con un nuevo polvo de estrellas...

sábado, 20 de abril de 2013

JORGE (IRREVERENTE SANTORAL V)




“Clávame la lanza sólo una vez más para vencer el fuego de mi interior”, gritó la muy dragona al caballero. Después, murió de gusto y con gusto.

domingo, 14 de abril de 2013

LA SEGUNDA OPORTUNIDAD



 Desnuda frente al espejo, apenas acariciada por la penumbra de la habitación y por un lejano aroma de azahar, sucumbió a la tentación alguna vez pensada. Alcanzada por el nuevo tiempo, guardaba cuidadosamente la mantilla mientras veía sus curvas de mujer reflejadas en la distancia y en la memoria. Curvas que sólo besó la manoseada luna de Parasceve y el misterio de una Pasión que le hubiera gustado sentir y escribir en minúsculas. Cerró los ojos y suspiró. Aspiró la penumbra de la habitación y desplegó generosamente la mantilla sobre su piel desnuda, dejando que la blonda acariciara la dureza incipiente de sus pechos…
En la habitación contigua, él parecía mimetizar los recuerdos de su vecina. El traje oscuro le traía recuerdos de noches oscuras que, una vez más, habían pasado en blanco. Tendido sobre la cama, tras dejar los gemelos de la camisa sobre la mesilla, dejó aflorar sus recuerdos por la dureza de su entrepierna. Las caricias de su mano anhelaron las curvas de su vecina. No podía imaginar que compartían deseos y pensamientos en sus caricias...
Sólo dos dedos de ella bastaron para apartar la blonda que cubría su sexo y sólo la punta de uno de ellos bastó para soñar una prórroga de la primavera. Así lo soñó, así lo sintió y así lo gimió… La humedad sobre las sábanas la devolvió a la realidad. La relajación de su piel desnuda apareció de nuevo en un espejo que reflejaba encajes y volantes de un traje colgado. La piel desnuda suspiró ser acariciada por sus lunares, en la que debía ser una noche definitiva. La primavera parecía concederle una segunda oportunidad…

sábado, 6 de abril de 2013

ESCRACHE




No hay derecho. Llevo días, quizás semanas, quizás meses soportando su provocación. No sé cuando llegaron mis dos vecinas, pero no puedo olvidar su primera aparición en la ventana. Siempre provocando. La primera vez fue un reposado desnudo de medianoche. Le siguió otra noche en la que a la ceremonia del despojo de su ropa siguieron unas tibias caricias. Sin tapujos. Primero la blusa, luego la falda, lentamente las medias, breve parada en el corchete del sujetador y rapidez instantánea en la bajada de sus braguitas. No hubo prisas en esas manos de manicura francesa que acariciaron pezones que fueron creciendo, curvas que se fueron expandiendo y un sexo humedecido que se acabó convirtiendo en una fuente de de placeres para todo el vecindario. Aunque lo mejor estaba por llegar. El piso acabó siendo compartido. Si ella era una inquilina sin tapujos, la nueva vecinita venía dispuesta a compartir. Todo. Absolutamente todo. Primero fueron jueguecitos. Luego pasaron a las actuaciones, con melodías sugerentes que acompañaban sus estudiados desnudos. Y de los preliminares a la práctica. Delante de la ventana, ante todo el vecindario, llegaron a compartir besos, caricias, lametones y hasta juguetitos. Desnudas frente al mundo. Sin tapujos ni hipotecas. Y hasta con gemiditos públicos. El día que la nueva inquilina lamió el sexo de mi vecina hasta  dejar un reguero de placer en el cristal de la ventana decidí actuar. No estaba dispuesto a seguir soportando el espectáculo. Por eso me encaramé a la ventana y pedí la colaboración ciudadana. Me acompañó un vecino en la protesta. Y de aquí no me bajan, lo juro. Me da igual que me identifiquen todos los miembros del Cuerpo Nacional de Policía. Para cuerpo el de mis vecinas. De aquí no me bajo. Mi queja está justificada. No quiero seguir siendo un mero espectador. O participo en sus pecaminosos juegos o me convierto en un atlante eterno de esta fachada. He dicho. Y conste que soy capaz de soportar cualquier peso menos el de ser un voyeur eterno sin participación, sea preferente o medio hipotecada…

lunes, 1 de abril de 2013

PRÓXIMA APERTURA por Claudia Prócula



Llegaba, por fin, la inminente apertura de mi pequeño establecimiento de vinos y exquisitas tapas. Colocando estaba las viandas que degustarían los invitados a la inauguración, dentro de pocas horas, cuando sentí la puerta.
Entró un morenazo de esos que solo habitan en la imaginación de una. No podía decirle que aún estaba cerrado, que era imposible atenderle porque fui descubriendo hipnotizada la perfecta distribución de sus rasgos y la armonía de su complexión corporal. Mi sentido común se volatilizó. Nuestras miradas colisionaron parando el tiempo en todos los relojes de la sala y casi mi corazón.
-          ¡Qué bien huele! ¿Puedo comer algo?
Reaccioné como pude. Sonreía mientras abría una botella de rioja que serví sin derramar, milagrosamente, ni una gota de vino. Mi turbación era más que evidente. Le di la copa y al cogerla me rozó la mano.
Sus labios carnosos se posaron en el cristal al que envidié de inmediato. ¿El guapo quería comer? Pues yo le iba a dar lo mejor de la casa. Cerré bien el local mientras le contaba lo de la próxima apertura.
Le ofrecí una tosta cubierta de alboronía coronada con una anchoa del Cantábrico, cuyas olas ya las sentía en mi vientre. La degustó mirándome los pechos, mientras yo volvía a llenar su copa. Acercó a mis labios el vino que tragué sedienta. Cuando le apartaba unas cocochas, la especialidad de la casa, se coló dentro de la barra. Cogiéndome de la cintura empezó a probarlas. Cerraba sus enormes ojos de miel al paladear la textura y el sabor exquisito de aquel manjar, que no era nada comparable a lo que yo esperaba catar minutos después. Pero me equivoqué. El que quería seguir comiendo era él: arrodillándose, se deshizo pronto de mis prendas y comenzó a lamerme sin tregua.
Imposible describir aquí tan inmenso placer que puede dar un hombre que sabe bien lo que tiene que hacer cuando hunde su cabeza y su lengua entre tus piernas. Ese goce infinito, esa cadencia de movimientos bien acompasados, ese placer inmenso…
Tan maravillada estaba de su hazaña que cuando me propuso cambiar las tornas le solté algo parecido a ‘No sé si sabré corresponderte igual’
A lo que me espetó:
-          ¡Tú sabes latín!
Le contesté con la mejor lengua que podía expresarme: la mía. Recorrí con mi boca aquella increíble pieza descomunal, un portento de la naturaleza dicho sea de paso, con todo el arte y esmero del que era capaz, y era mucho, lo reconozco. Ahora era yo la que disfrutaba de lo mejor que podía comerse en ese local, mientras él gemía sin decoro.
Me volvió contra la barra, apoyé los brazos en ella. Con un gesto pidió permiso para entrar en mi alocado y ardiente cuerpo que ya lo esperaba anhelante. Lacónicamente le respondí:
-          Apertus est