Mire padre Juan que confieso que
he vivido, que confieso que he sentido, y que confieso soñar con su voz, con su
timbre, con sus palabras cadenciosas y con sus consejos que penetran en lo más
profundo de mis deseos y que copulan con mis más sugerentes fantasías…
Fue la última confesión del padre
Nepomuceno antes de su martirio. Cuentan en la feligresía que su lengua quedó
intacta tras su muerte. Su cuerpo se arrojó al río. Su alma llegó al limbo. Su incorrupta lengua sigue enviando
almas virginales a los más elevados cielos…
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