sábado, 27 de octubre de 2012

CÓMPLICES por Martini.




Lo sabe porque ella se lo ha dicho. Sabe que un brillo especial toman sus ojos y una sonrisa pícara escapa entre sus labios. Disfruta con lo que le dice y goza sintiéndose deseada. Con cada palabra suya paladea el sabor de sus caricias, el aroma de sus besos, el olor inconfundible de su piel.
Y anhela perderse en la noche de sus ojos, y gozar de sus labios.
Anhela que él lea todos los poemas escritos en su piel, y desea que lo haga despacio con la punta de su lengua, que se pierda entre las curvas almibaradas de su cuerpo.
Se siente mujer de canela y miel, y su piel se abrasa en el fuego de sus versos y es, entonces, cuando desea, más que nada, que sus dedos se deslicen por el jugo placentero de su sexo.

domingo, 21 de octubre de 2012

UN DESTINO MÁS FÁCIL por Alejandro Lérida




... la luna sobre un taxi...
L. G. Montero

La noche es, otra vez, algo salvaje,

demasiado valiosa para el juego.
Es la noche sinónima del fuego.
Hoy lleva un corazón de alto voltaje,
un vestido de mantis religiosa
con perfil de diamante clandestino,
de rubia sediciosa y sin destino,
y el alma precintada y peligrosa.
La luna sobre taxis amarillos
tatuando tantas calles como gimen
para llegar a tiempo a sus colmillos...
Amanece la-flor-rota-del-himen.
La luz deshiela un fondo de cuchillos
que remite a la noche como un crimen.

miércoles, 17 de octubre de 2012

VOZ Y GOLPE por José Perona


Hacia ti llega mí lengua firme,

infinita, enérgica…


hacia la corriente de tú muralla, mi mundo,


sin término ni caudal.


Lucha serena y dócil


ante el juego de tus firmezas.


Extiendo mí varón generoso


hacia un deslizamiento agónico,


hacia lo prohibido y lo incierto,


hacia lo extenso y profundo


de una criatura expectante a lo desconocido.


Entre la cercanía de nuestros cuerpos,


voz y golpe, voz y golpe.

viernes, 12 de octubre de 2012

PIEL, CASI TACTO por Lourdes N.J.



Cada atardecer
espero la noche

esa fugitiva 
y errante luz

que perfila
mi piel y atrae 
tu mirada hacia
mis atardeceres
más puros.

Cada noche
es el amor,
sumiso en la
intrusa oscuridad
de nuestros cuerpos,

atardeceres blancos
y bohemias noches
que lucen un trío perfecto.

domingo, 7 de octubre de 2012

EL CUENTO DEL LOBO



¡Que viene el lobo!
Todas las semanas la madame anunciaba la misma historia. Empezaba a cansar. Anunciaba a bombo y platillo la llegada de aquella fiera, de aquel miembro descomunal a un cuerpo pegado que haría las delicias de las invitadas al local. Un anuncio que motivaba fantasías en la mente del público asistente y húmedos anhelos en los rincones más profundos de la femenina concurrencia…
¡Que viene el lobo! Aquella noche no iba a ser menos… Muchachas, señoras, damas, y hasta alguna abuela que no  creyeron la advertencia. Empapadas en alcohol y en deseos, al ritmo del reggaeton de turno, tocando palmas a un ritmo cansino y cansadas de musculitos de gimnasio de barrio, de disfraces de bombero y de bailecitos ridículos con disfraces de la tienda asiática. Así estaban ellas. Despedían solterías y anhelaban cópulas maritales, extramaritales  o ultramarimortales…
¡Que viene el lobo!… Esta noche. No era un farol rojizo de noches para olvidar. Era una realidad. Llegó entre las aburridas palmas de las que dependían solterías eternas. Con pantaloncito ajustado que pronto voló al público. Con puntiagudas orejitas postizas. Era el único añadido… Eso dudaron algunas cuando el tan aclamado animal pidió una voluntaria. Entradita en carnes, con blusa imposible y falda inglesa por lo que enseñaba. Con alguna copita de más. Eso pensaron sus amigas cuando la vieron lanzarse sobre la entrepierna de la fiera. Rauda le bajó los pantalones y la fiereza se hizo pública. Insultantemente pública. Una enormidad que a las jóvenes pareció mando de videoconsola y a las mayores bastón de mando para poner en la consola. Hay sus opiniones… Mientras sobaba las carnes rebosantes de la voluntaria, la fiera ofreció el habitual bote de nata para el acompañamiento. Dulce y salado que lo llaman. Sin vergüenza alguna, la orondita joven untó, reuntó y lamió. Primero la punta. Luego a conciencia. Con el ritmo que marcaba aquella bestia con hábiles tirones de las trenzas que la incauta había pensado para la ocasión. Más adentro. Y más. Y más. Y más nata. Y ya sin nata. Hasta que la fiera, palmas en el público de cansancio y de inicio de espanto, pronunció la sentencia: “toda entera dentro”. Las dudas del público quedaron disipadas: toda, significaba toda. Entera significaba entera. Y dentro significaba dentro…
Tras la consumación de la sentencia, tanga para la ocasión por los suelos y blusa desajustada, la orondita voluntaria volvió a su sitio con el acaloramiento propio de aquella que consigue demostrar lo que parece una imposibilidad física. El ritmito de palmas decayó en el público. Más todavía cuando la madame volvió a pedir una nueva voluntaria… Por el estrado femenino se expandió, en una difícil simbiosis, la necesidad de jugar al escondite, la creencia en las moralejas de los cuentos y el juramento de no volver a probar pastel alguno que tuviera la más mínima presencia de nata…