viernes, 3 de febrero de 2012

TIERNAS PRIMAS

Desde su más tierna infancia habían cargado con la odiosa comparación evangélica. Marta y María. Primas carnales. La hacendosa y la espiritual. La trabajadora y la que dejaba trabajar…
En las reuniones familiares siempre se alabó la ternura de sus gestos y la calidez de su presencia, una inocente complicidad que, según todos y cada uno de sus familiares, creaba el mejor calor de hogar en torno a su compañía…
- Qué bien se complementan las dos. Están hechas la una para la otra…
Una teoría que se hizo realidad en las tardes de aquel largo y cálido verano. La siesta familiar parecía el decorado ideal para aquellos encuentros. La desnudez juvenil de sus cuerpos hacía el resto. En el patio, los cuerpos tamizados por la cegadora luz de la tarde se entregaban al placer. Placeres prohibidos. Si los pechos de Marta se bañaban en sudor, la mano de María acudía pronta. Si las caderas de Marta demandaban humedad, la lengua de María acudía solícita. Si la relajación sesteaba en los pezones de Marta, la boca de María conseguía la mayor de las durezas. Si el calor se concentraba en el sexo de cualquiera de ellas, su tierna prima lanzaba sus caricias con los diez dedos de sus manos o los correspondientes de sus pies. Si una se abría, la otra entraba; si una llegaba seca a los encuentros, volvía a su habitación con las más secretas humedades descendiendo por su entrepierna… Cosas de familia. Encuentros profetizados desde la más tierna infancia.
Alguien les recordó en alguna ocasión la seráfica letanía de poner paz en la guerra, perdón en las ofensas, armonía en la discordia y luz en las tinieblas…Con una pícara sonrisa respondieron casi al unísono. Contestaron que en su vida no se empeñarían en ser consoladas sino en consolar, en ser comprendidas sino en comprender, en ser amadas como en amar… Ya habían comprendido que dando se recibe y, olvidándose del mundo, se encuentra el mejor de los placeres… Una sabia y tierna letanía que toda la familia comprendió…
Una familia que todavía celebra el juramento, solemne, de los votos perpetuos de las dos tiernas primas…

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