martes, 31 de enero de 2012

VIENDO "EL PARTE" por Claudia Prócula


El trozo de filete se quedó helado a un milímetro de mis labios cuando vi en el telediario su rostro deseado. Le sonreí como si pudiera verme, como lo hago cuando me dice que soy su locura.
Me considero una mujer ‘normalita’ aunque tengo un considerable número de pretendientes, admiradores o como se les llame, que suelen decir que ‘doy mucho morbo’. Pero ante este hombre me siento poca cosa, la verdad. Me impresiona que quiera estar conmigo alguien tan inteligente, tan atractivo. Es un político brillante y de reconocido prestigio, sin embargo, en la intimidad de la habitación del hotel se transforma en un amante ardiente y golfo. El mejor y el más apasionado de los que han pasado por mi vida, sin duda alguna.
Lo veo en la tele hablando con gobernantes y dirigentes por todo el mundo, lo veo entre mis piernas llevándome con su boca por otros mundos. Sí, señores, o mejor, señoras: ¡qué bien me come! Como algunas sabéis, los hombres presumen de lo mucho que les gusta el sexo y sus preámbulos, pero a la hora de la verdad, comer-comer…. pocos lo hacen bien, por puro trámite o como si desearan acabar pronto. Éste no. Se sumerge en la marisma de mi cuerpo, saboreando y acariciando con su lengua serpentina todo lo que encuentra, manteniendo el ritmo adecuado, midiendo bien los tiempos. Cuando termina me dice:
- ¿Te ha gustado? … Pues ahora otra vez.- Humm… un hombre así debería gobernar el país o el planeta entero por dios.
Dicen que el tamaño importa, en su caso asusta. La primera vez temía morir ahogada o abierta en canal cual animal en el matadero… pero es increíble mi capacidad de adaptarme al medio. Comencé besando la cima, acariciando con mis labios aquel prodigio del que la naturaleza lo había dotado, palpándolo para hacerme con la medida, cogí seguridad y... del tirón. Lo demás fue más fácil y es que el cuerpo de una mujer bien estimulada responde con soltura a todo lo que le echen.
La comida se ha enfriado del todo; yo no. En el ‘parte’ ya van por el tiempo. Una hermosa mujer anuncia que habrá alerta naranja por una borrasca. ¿Sabrá ella lo que es llover de verdad?

viernes, 27 de enero de 2012

POR DETRÁS por Esteban Armas

Deja que te abrace por detrás.
Deja que te muerda la nuca mientras,
mi fuerza encuentra el vientre hondo de tu espalda.
Déjame verte suspirar en silencio de placer.
Que quieras volverte y comer mi cuerpo
y no quieras.
Que quieras que yo fuera dos
y tenerme mientras te tengo.

domingo, 22 de enero de 2012

BURDEOS por Alma

Siete de la tarde, cielo rosado y paisaje francés sereno, me ofrece una copa de vino con cierto deseo, cree y piensa que hoy va a ser, que no me resistiré, después de mucho tiempo tengo al caballero frente a mí, mirándome con cierta lujuria, saboreando su copa con regusto, recreándose en mi cuerpo frágil, siento su poder en la mirada , me intimida e inquieta pero me gusta, me doy cuenta que no hay vuelta atrás, no sé cómo he llegado hasta aquí, mi camisa blanca está en el suelo, pienso por un instante si quiero evitar y dejar de lado ese deseo, demasiado tentador, cruce de miradas donde nos lo decimos todo.
Llegó para mí ese peligroso capricho, me levanto con la copa de vino en mi mano, desnuda y me siento sobre usted, miradas de miedo cambiadas, observo pérdida de poder absoluto, es consciente en ese momento que la niña puede volverlo loco de placer inocente y trabajado, comienzan suaves movimientos a horcajadas, se da cuenta que ganará ella porque hará lo que quiera, se rinde, esa mirada poderosa cae fulminada, se ve perdido. Los ojos de niña lo miran con ansiedad, esperando algo desconocido, marco el tiempo y me quita la copa de mi mano, llegan los ansiados besos, y se agolpan en mí todos los pensamientos y deseos prohibidos, pero los dejo de lado, hoy no me interesan, mi sexo se inunda y late dentro de mí, comenzando el recorrido por todos los recónditos rincones de mi cuerpo menudo. Todo se acopla, se terminó la agonía y el desconcierto, quedando en nosotros lo que queríamos, la locura y desenfreno.

miércoles, 18 de enero de 2012

MOJADA por Claudia Prócula

La fuerte lluvia de la tarde me sorprendió en plena calle. Me refugié en el zaguán de una casa pero ya estaba totalmente empapada. Se abrió la puerta y hombre bastante mayor salió en pijama cubierto de una bata. No paraba de sonreírme mientras hablaba del fuerte aguacero. Sus manos metidas en los bolsillos se movían de manera sospechosa.
-Vas a resfriarte, tienes toda la ropa mojada… ¿quieres pasar y secarte un poco?, dijo con una sonrisa lasciva pero acogedora.
Aunque estaba helada no fue ése el motivo que me impulsó a entrar. Una locura, lo sé, pero no quise reprimirme y ya está. El anciano fue por una especie de calefactor. Me desprendí del abrigo y del bolso. El agua manchaba el suelo.
Cogiéndome por las caderas, me situó frente a la fuente de calor aunque sus manos elevaron más mi temperatura corporal cuando parecía comprobar el estado de humedad de mi falda. El temblor de mis piernas lo confundió con frío e intentó abrigarlas.
- Estas medias hay que secarlas…
Sus manos subieron por mi cuerpo, me subió la falda y se quedó mirando antes de empezar a despojarme de unos pantis negros que lentamente iba bajando mientras besaba los muslos que quedaban desnudos. Me quitó el chaleco y comenzó a palpar mi blusa. Me avergonzaría transcribir aquí todo lo salía por esa boca, no paró de decir de la manera más vulgar todo lo juraba que iba a hacerme. Me besaba y me agarraba los pechos bruscamente, me apretaba contra él sin dejar de soltar cochinadas.
Me apoyó en la mesa de camilla y me bajó las bragas. Primero hurgó como el que ha perdido algo, después lamió como el que se muere de sed. Cuando se incorporó me la puso entre las piernas y comenzó a rozarse. El roce de su miembro tan enorme como calentito me mojó más que la lluvia.
Me gustó tanto que decidí premiarlo haciéndole algo que se me da muy bien, al menos eso dicen todos los hombres con los que he estado… sin excepción. Me arrodillé ante él y, sonriente, le ofrecí mi boca para colmarlo de las maravillas que acostumbro a hacer con ella.
Su cara desencajada certificaba que estaba haciendo bien mi trabajo, tanto que tuvo que frenarme en seco y llevarme a la habitación. No dejó que me quitara las ropas que aún me quedaban. Me tumbó en la cama y se tiró sobre mí como un animal hambriento.
No podía imaginar que unos movimientos tan torpes lograrán darme tanto placer. Mis gritos no callaban sus gemidos ni sus impertinencias que se le escapaban como dardos.
Quedamos exhaustos. La ropa terminó de secarse y la lluvia cesó.
De vez en cuando voy a verlo. Me sigue diciendo guarradas mientras me toca como si yo no le dejara hacerlo. Sin miedos, sin tabúes, retozamos a nuestro antojo llueva o truene y … que salga el sol por donde quiera.

miércoles, 11 de enero de 2012

DAME VENENO (Spanish versión)



Una habitación cualquiera de un hotel cualquiera. 16:30 horas. Más ó menos…

Dame veneno que quiero morir, dame veneno…

Ahogando la musiquilla rítmica del viejo ventilador ha venido a mi mente aquella melodía de otros tiempos inconfesables. La vida es así de estúpida e imprevisible. Tanto como la estampa que componemos los dos, yo aquí, desnudo, inocente y débil; totalmente desnudo, qué cojones…Ella está enfrente, desnuda, completamente desnuda. Quizás miento. Quizás no. Una pistola en su manos parece revestirla con el pudor que nunca le conocí y parece armarla con la dureza que sólo palpé en el centro de sus pezones. La misma con la que parece sostener la maldita arma. Con las dos manos. Apunta a lo más profundo de mis intestinos. Así lo siento y así lo temo.

…Ay levántame la chaqueta y mírame este costao, verás la puñalaíta, que por tu querer me han dao…


Mierda de coincidencias y mierda de canción. Nunca imaginé que llegaras a esto y menos en esta tarde de pasiones y deseos. No hace ni un rato, ni un minuto, ni un segundo, que te susurraba palabras delicadamente guarras en tus oídos mientras llenaba tu entrepierna de placeres y del mismísimo maná caído del cielo. Eso creía yo. Siempre fui el estúpido que quise evitar ser, el amante que creyó no sucumbir en el veneno de tus labios. Así me veo: inútilmente desnudo ante la fiel diosa de mis deseos convertida en la más fiel ejecutora. La muerte, mi muerte, a sólo un click. Abrir y cerrar de ojos. Hay un ambiente de sudores jóvenes mezclado con la densidad opresiva del calor de agosto. Dos gotas de sudor compiten en la jugosa y apetecilbe curva de tus pechos. No lo puedo evitar. Nunca lo pude evitar. Siempre que estuviste ante mí se me iba la mirada al mismo lugar. No me mires más las tetas, llegaste a decir en alguna ocasión. Yo sonreía. En este puto y jodido momento te has conformado con una pregunta más directa:
-Dime quién te envía.
No he sabido contestar. Siempre supe hacer preguntas pero nunca tuve respuestas
-¿Ahora eres sordo? Dime quién te envía.
Su mirada me cataloga como el imbécil que debo parecer en estos momentos. Desnudo frente a una mujer desnuda. Ha quitado el seguro de la pistola. Definitivamente, esto no parece un juego. El habitual cosquilleo de mi entrepierna se ha trasladado a mis intestinos. Me quedan segundos. O décimas. Mis ojos no pueden evitarlo. Susurra el silenciador de una pistola y mis ojos contemplan, por última vez, la dureza de unos pezones cuyo orgásmico veneno probé en una vida que una vez viví…

Dame veneno que quiero morir, dame veneno, antes prefiero la muerte que vivir contigo…

sábado, 7 de enero de 2012

A DISTANCIA por Tahón


(Para Paco, que creyó que podía pasarle)

Sí, yo sé que tú fuiste la primera que se dio cuenta y por eso vas a ser la primera en saberlo. Cómo no iba a recordar que fuiste tú la primera, si nunca desde entonces se me ha borrado de la mente la forma en la que volviste la cabeza hacia mí, tres mesas más atrás de donde te encontrabas, aquella hilera de oficinistas. Todos se afanaban en lo suyo, cuadrantes, balances y cifras, todos menos nosotros, que ardíamos en secreto, como un algodón empapado en alcohol, en la primera hoguera de placer que nos brindó el día. Esa cara, violenta, tensa, extasiada… Sí, es imposible de olvidar porque eran sólo las diez de la mañana y el deseo a esas horas tempranas es más intenso; el sexo en ayunas es más puro, ¿sabes? Siempre lo he pensado así, y esa erección primera de los hombres, aunque es carne de urinario, es un aldabonazo de la naturaleza, estoy convencido, un reclamo, casi una exigencia que, yo al menos, cumplo escrupulosamente con todas mis amantes. Como aquel día, cuando me pillaste y sospechaste lo que me pasaba, lo que nos pasaba. Yo ya me había fijado en ti unos días antes, cuando te hicieron el contrato, y llegaste a la empresa con los vaqueros y la camiseta verde ceñida. Dos detalles de tu cuerpo me alertaron ese día, el descosido de atrás del pantalón, que dejaba al aire la caída de la nalga, y los pezones marcados, punteados en la tela estrecha que los comprimía. Pero, hasta ahí, un ejercicio de observación cotidiano. Mi sobresalto mayor vino aquel día cuando contemplaba con los ojos grandes la nada rutinaria de la oficina, y de repente, con un toque decidido te mesaste el cabello al mismo tiempo que se caía una de las tirantas de tu vestido. Se quedó tu hombro desnudo y lo dejaste así, apenas atravesado por un mechón rebelde de pelo rubio. Mi imaginación ya no tenía dueño ni control, recuperó los pezones del primer día y el resquicio de tu nalga, bronceada. Pegué la silla a la mesa, coloqué la chaqueta encima de mi pantalón, metí la mano derecha debajo y, poco a poco, sigilosamente, comencé a desabrocharme los botones. Miraba a los lados y al frente, luego a las mesas de atrás, y todos seguían en lo suyo; alguno me miraba sin verme, y eso me excitaba más, el placer del exhibicionista mezclado con el del voyeur. Me acariciaba el miembro y me estremecía viendo tu hombro desnudo, la puerta y la muestra de lo que guardaba tu vestido de tirantas. Cuando al fin me pellizqué para contener el semen, tú te volviste hacia mí. Y tenías la misma cara, el mismo orgasmo sobrevenido, repentino. Mi miraste fijamente y luego volviste la mirada hacia tu falda estampada, atrapada en la entrepierna por tu mano. Tú no sabías qué pasaba, estabas desconcertada como yo al verme sorprendido en mi mayor secreto: cada vez que me masturbo y pienso en alguien, esa persona experimenta un orgasmo paralelo idéntico al mío. Lo supe de pequeño, sí, con las primeras pajas, y desde entonces ha sido el mayor placer que puedo experimentar, muy superior incluso a las experiencias de cama que he tenido con otras mujeres. Intento controlarme, porque quería evitar lo que me ocurrió contigo, pero no puedo ocultarte que lo he hecho en conciertos, con algunas divas que, de repente, han soltado un alarido en medio de una canción que el público ha celebrado con una ovación. Lo he hecho en comidas familiares, con alguna prima; me iba al servicio en medio de una comida y luego volvía sonriente a la mesa a terminar de cenar mientras observaba la cara desconcertada de mi víctima. Y en exámenes, y en excursiones del instituto, y en botellonas con los amigos. Cuando me levante de esta cafetería para marcharme, yo ya sé lo que ocurrirá. Y tú también. A distancia, arderemos de placer. Como algodones empapados en alcohol.

miércoles, 4 de enero de 2012

NOCHE DE REYES

Ilusionada y expectante me acosté temprano. Nerviosa y excitada se refugió mi desnudez entre las sábanas. Limpios y perfumados mis cabellos besaron la almohada. Desmaquillado y sereno mi rostro se sumergió en la noche. Sensual y dispuesto mi cuerpo se entregó a los más dulces sueños. Arropados y elegantes llegaron los tres caballeros. Desinhibidas y atrevidas eran sus intenciones. Contundentes y certeras fueron sus maneras. Con elegancia y presteza desnudaron su cuerpos. Con misterio y lascivia invadieron mi cama. Con suavidad y tacto acariciaron mi piel. Con deseo y lascivia lamieron mis rincones. De flujos y humedades profundas se inundaron mis poros. De provocadoras durezas se elevaron las sábanas. Sonrosados y potentes crecieron mis pezones. Jadeantes y expectantes se mostraron mis cavidades. Lamí y fui lamida. Posé y fui poseída. Con erecciones y acometidas se consolaron los orificios de mi cuerpo. Sincronizados y compenetrados variaron las posturas. Una. Dos. Tres. Hasta mil veces. Hasta llegar al más profundo y húmedo de los sueños. Complaciendo todas mis peticiones, las escritas y las soñadas. Llegando a todas las posturas, las plebeyas y las reales. Convirtiendo mis húmedos sueños en ardientes y lascivas realidades que inundaron mis sábanas en la medianoche. Noche para no olvidar. Eso pensaba por la mañana. Un trío de placer en la memoria. La de una espera. Llegaron ellos. Por el Arenal. A las niñas malas. No nos traen ná...

Será a otras. Conmigo han satisfecho todos mis deseos: se han portado como reyes...