sábado, 22 de octubre de 2011

LA HORITA DE LOS VIERNES por Asun Jiménez

Los viernes por la mañana me cito con mi amante. Ese día que parece que el ambiente está algo más relajado, a esa hora en la que la gente trabaja, gestiona o desayuna, nosotros salimos sin ser notados, como diría San Juan de la Cruz, prestos a nuestro feliz encuentro.

Cuando lo veo aparecer tengo que parpadear para poder creerlo, contemplar su deseada figura mirándome desde el portal me hace perder el equilibrio y casi la razón.

Venciendo al vértigo que su presencia me provoca, me acerco a él abducida por sus ojos. Es entonces cuando empieza a besarme; lo sigue haciendo mientras intento cerrar la puerta, le pregunto cómo está o mientras me desguaza la ropa. A partir de ahí me dejo llevar, me pongo en sus manos, manos que indagan en todos los recovecos de mi cuerpo…. claudico, estoy a su merced, me conduce con sus caricias por los intrincados laberintos del deseo. Con mi boca recorro el mapa de su piel y voy parándome en todos sus pueblos, ‘lugares con encanto’ que ninguna guía se atrevería a describir y en cuyas veredas me gusta perderme.

Nadie sabe, nadie sospecha, nadie conoce el secreto de esta pasión que me inquieta.

Apasionado amante cuyos silencios no alcanzo a descifrar, entre nosotros no hay preguntas ni reproches ni siquiera la certeza de un nuevo encuentro. El limitado tiempo que tenemos se me hace corto, desearía seguir abrazada a él desnuda durante horas, acariciarlo ya sin la premura del deseo mientras el calor que desprende su cuerpo me alivia el alma. Pero el tiempo siempre vuela…

Vuelvo a mirar el reloj. Un suspiro se esacapa mientras sonrío. Ya falta menos para que llegue el viernes, para esa ansiada horita de los viernes.


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