miércoles, 29 de junio de 2011

EL INTRUSO

Debí haberle prestado mayor atención cuando supe de su existencia. Aunque ya se sabe, ojos que no ven… Y eso que fue ella misma la que me confesó su existencia. “Nadie notará nada” se atrevió a decirme cuando hizo que nos acompañara en un paseo. Cierto es que la mayoría de los viandantes ignoraron su existencia pero a mí aquello comenzó a molestarme. Sobre todo, al ver su cara de íntima satisfacción. Y es que tres son multitud… Aunque yo sabía que la acompañaba al trabajo, su entrada a mi casa, mi propia casa, fue el inicio del fin. Nunca debí consentirlo. Ese día comenzó toda una cadena de humillaciones y de insoportables desplantes. Si yo llegaba tarde a casa ella ya estaba acompañada, y me ponía mil y una excusas para no venir a la cama. Desde la habitación contigua me decía que estaba ocupada. Sus jadeos me confirmaban que, más bien, estaba muy entretenida. Un calvario que se acentuó cuando decidía salir desnuda al pasillo y lo buscaba a mis espaldas. Lo peor es que, sudorosa y excitada, volvía con cara de satisfecha… Hasta que llegó lo peor. “Cariño, podríamos compartirlo, debería estar en nuestro lecho…” Me dijo no se qué de un placer compartido y de la necesaria experimentación y apertura de la parejas abiertas… Ese día decidí el fin que hoy llegado. Cuando bajó por tabaco aproveché el momento. Sus restos se han hecho mil pedazos en el triturador de basura. Ahora no sé cómo explicarle qué hice con su maldito vibrador…



domingo, 26 de junio de 2011

ENTRE TÚ Y YO por Teresa Puig

Yo, tú, yo

y esas sábanas explayadas.

Yo, tuya, posando entre palabras

que apenas son un susurro,

casi silencio.

Me gustas cuando estoy desnuda

y me llamas por mi nombre.

Te reconozco a media luz

y me gustas así,

cuando suspiras, aspiras y te mueres un poco.

Me gusta el paso de la horas

urdiendo un eco que es calor de vida.

Amarte con todos los sentidos

y calmar la sed jugando entre interludios,

líquidos sin vaso o sábanas explayadas.

Y tu mirada cuando es codicia, afán, deseo,

y saber que fuera llueve,

que el gato ronronea sobre un fondo de jazz,

y que no existe el tiempo

entre tu voz y el vino

Entre tú y yo, nosotros,

ebrios de anhelo.

Me das vértigo.



jueves, 23 de junio de 2011

CORPUS FEMINAE por K. RÁNKANO

Cerró los ojos para que el olor recorriera las galerías de su memoria. Un aroma que lo llevó a aquellos años en que la espina del deseo se clavó en la ternura de su corazón adolescente. Aquella mañana lejana de junio había visto a una mujer de verdad. Rotunda como aquella torre iluminada por un sol que le erizaba su piel de ladrillo ardiente. Ese recuerdo lo acompañó durante la soledad de madrugadas sofocantes, en tardes de otoño propicias para el placer de la lentitud, en inviernos que pedían calor de sábanas, en veranos que regresaban ese día de plata reluciente, cuando el olor del campo invadía las calles de la ciudad y aparecía en sus sueños el perfil de aquella mujer.

Han pasado los años. Se fue un siglo y llegó otro. Hoy ha podido cumplir ese deseo que le envenenaba las ingles. Hoy la ha encontrado en el cortejo. Era ella. Tenía la misma edad que entonces. La perfecta edad de la madurez. No era otra. Era la misma mujer aunque su nombre no sonara igual. No ha bajado los ojos como entonces. Se ha adelantado a la corrida que esa tarde se celebraba en el albero que quema y no arde. Como hizo el rey que la precedía con la ciudad, la ha conquistado… o se ha dejado conquistar por ella.

Se encerró con su cuerpo en la penumbra de una alcoba para comprobar que era ella. Eran los mismos pechos que lo deslumbraron cuando le arrojó el sostén a sus pies. Eran las mismas rosas presentidas que pedían el mordisco suave que Adán le dio a la manzana. Eran los mismos muslos que cabalgarían a lomos de su éxtasis. Era la misma cintura que le provocó el escalofrío del primer abrazo. Era la misma mano que se agarraría a la sábana cuando él la acometiera por detrás para sofocar el fuego acumulado durante tantos años. Era el gemido que había escuchado en sueños. Y era el olor de la hierba recién segada en el filo de sus labios. Cuando entró en el templo caliente de su cuerpo recordó que ese nombre venía del latín corpus.

lunes, 20 de junio de 2011

ESCÁNDALO PÚBICO

De lo particular a lo general. Así se explican las mejores teorías. De la parte al todo…La parte inicial fue la ausencia del bonobús cuando corría camino de la parada. No estaba en el bolsillo de la chaqueta porque no la uso en este tiempo. Tampoco la suave blusa que suelo ponerme los días en que quiero darlo todo. Del todo a la nada…La sorpresa se apoderó de mí al comprobar la desnudez de mis pechos. Sólo el contraste de su blancura me hizo recordar que alguna vez estuvieron presos por un sujetador de negra seda. También habita en el olvido. La dureza de mis pezones así lo recuerda. Quizás sea el lamido del aire. Quizás la concentración de miradas…La mía ha continuado su camino hacia el infinito de mis piernas, hoy no limitado por falda alguna. Otro olvido. Tampoco recordaba que mis braguitas de encaje negro se quedaron, anhelantes de flujos y calores, en un cajón de la nada. La nada que me viste y que no ha logrado camuflar mi sexo de una nube de fotógrafos que han surgido a mi alrededor. Del todo a la nada o de la nada al todo…Ya entiendo qué siente una mujer desnuda en plena calle. Sigo sin comprender al policía que me acusa de no sé qué escándalo púbico…

sábado, 18 de junio de 2011

FANTASÍA por Lourdes N.J.



Llego tarde, como siempre a la cena del jueves. Estáis todos sentados en una mesa ovalada con vuestras bebidas y canapés, tú, fumando un cigarro con esos labios y esa mirada que lanza el humo hacia mí. No dejas de mirarme, me haces una señal, un gesto para que vaya a tu lado.

- No hay sitio para ti- me dices- apagas dos velas que acompañan a tu plato.

- Ya lo sé, no te preocupes.

Me tomas por la cintura y haces un suave gesto retirando tu silla hacia atrás, todos hablan mientras la cena se hace perpetua y aburrida, esa cena de algunos jueves donde tantas veces hablamos de Apolo y Dafne y de la honra a los grandes poetas. Tú, siempre tú que estremeces las palabras de Eros y su flecha es el filo de tus labios, esos que tanto deseo que me besen.

Me llevas a tus piernas y me siento encima tuya arropada por tus manos en mis entrepiernas, subes la falda poco a poco mientras apoyo mis codos en la mesa y empiezas a besarme en la espalda. ¡Oh, dios!, quiero levantarme entre la tenue luz de la velada y el leve murmullo.

- No, no te vayas- susurras besando mi cuello suavemente.

Te siento excitado, tus manos buscan mis manos sobre la mesa, poco a poco nos movemos y entonces empieza mi fantasía: una vez dentro de mí no quiero que acabe la noche, los movimientos son suaves, sabemos que llegaremos al final, nada nos importa.

Mientras tanto, Peneo convertirá la sangre de los allí presente en vino y adormecerán mientras el juego sólo acaba de empezar...

Te aseguro que la mesa será honrada con una corona de laureles y jazmines del olor de tu aroma, ése que adorna mi fantasía.