domingo, 26 de septiembre de 2010

El ángel de los números

Vírgenes con escuadras

y compases, velando

las celestes pizarras.

Y el ángel de los números,

pensativo, volando

del 1 al 2, de 2

al 3, del 3 al 4

Tizas frías y esponjas

rayaban y borraban

la luz de los espacios.

Ni sol, ni luna, ni estrellas,

ni el repentino verde

del rayo y el relámpago,

ni el aire. Sólo nieblas….

Letanía de un tiempo pasado. El de aquel año en que no eras el niño que nunca fuiste, ni el adulto que nunca quisiste ser. Un curso que te valió una carrera. Una visión que doctoró tus pasiones. No olvidarás el primer día. Sobre la tarima de sus deseos se presentó ella. En la pizarra de tus hastíos tatuó sus deseos. Te dijo que era nueva. Nueva en instituto de viejos. Os contó que venía a enseñaros, a motivaros. No hizo falta más. La visión de una luna tatuada en las curvas de su cuerpo te elevó a los cielos de la madurez. Te hizo adulto en un día. Con la profundidad de su mirada. Con la complicidad de su sonrisa. Con la sensualidad de las curvas de su cuerpo. Un cuerpo que te acompañó cada una de las noches de aquel curso. Soñabas con las curvas de una mujer entre escuadras y cartabones. Geometría perfecta. Matemática de la lujuria. Cada mañana repetías el rito de escuchar atentamente su lección mientras seguías saboreando la piel desnuda que soñaste entre tinieblas. En la pizarra trazaba geometrías que tú trasladabas a su cuerpo. Su voz encadenaba series que tú convertías en deseos. Sus manos garabateaban círculos que tú cuadrabas en la perfección de sus formas. Nunca aprendiste tanto. Lecciones de día que se prorrogaban en tus clases nocturnas, esas lecciones particulares de cuerpos desnudos que se descubrían frente a frente. Fuiste alumno aventajado con la mejor de las profesoras. La que te enseñó la belleza de unos senos no ajustados a normas trigonométricas, la que te sumergió en unas curvas tangentes a tus manos, la que te introdujo en la perfección de sus labios, la que te sumergió en el misterio de su ardiente sexo…

Tu calificación final llegó al diez que siempre soñaste. El número perfecto que cerraba un año perfecto. En tu mente grabaste hasta la última de sus palabras. En tu piel tatuaste una imagen que pocos entendieron. Pensaste en números, pensaste en círculos, en escuadras, en cartabones… Pensaste en ángeles. Al final te decidiste por el toro. El toro enamorado de la luna. La luna de tus deseos. Nunca nadie te enseñó tanto…

2 comentarios:

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Jaja, que buen final.

Saludos.

Anónimo dijo...

Hermoso texto. Un poema que se convierte en erótico en un relato cargado de erotismo. Gran final